estelar®
Inicio
Cuentos
estelar®
Inicio
Cuentos
Más
  • Inicio
  • Cuentos

  • Inicio
  • Cuentos

Ñandú

Inspirada en Leonora Carrington

Original de Claudia E. Esquivel.        

Caminar con las aletas me costaba tanto como soportar la ansiedad por rascarme debajo de las plumas. Sin embargo era un gran consuelo percibir en los demás la misma tentación por desmaquillarse, aventar los postizos y querer dejar de sudar entre tanto trapo.


Me mareaban las luces y el pico me oprimía las sienes. No era la tensión del elástico, era el deseo de arrancarme algo más que el disfraz.


No me gustaba bailar. Nunca quise saber si tenía ritmo. Así que, como de costumbre, me senté junto a la ponchera a ver y escuchar. Por eso supe que el hombre-zapato y el mesero-araña que estaban a medio metro de mí se mofaban del color rosado de mis mallas. No sé por qué me extraña si siempre me habían tachado de raro.


No estoy fuera de lugar. La invitación decía claramente “favor de ser original”, aunque no por eso me vestí de avestruz.  Me gustó por fea. Nos miramos hondamente en la tienda de disfraces antes de que fuera mía y en cuanto mi cuerpo entró en ella, nos dimos vida.


A veces pienso que ella me escogió a mí porque nos parecemos. No sé si a otros les ocurre lo mismo con la careta que eligen para esta celebración. Quizá no, por eso la noche inspira mentira.


Aquí nadie se conoce de verdad. La isla tiene su ley: "Sé como los demás quieren que seas". La repiten en misa y la cantan en los cumpleaños, también la escriben en los carros alegóricos del carnaval. Así es como todos aprendemos a ocultarnos detrás de algo: de la felicidad, de la fiesta, del dinero, de cuerpos perfectos. Por eso estoy solo.


Esa ley está pegada hoy en la pared de la sala y es la que sostiene este legal ambiente de hipocresía del que no puedo huir pues dicen que más allá, donde se acaba el mar, no hay nada más que el vacío de una caída libre. Por eso tengo que escuchar hasta el cansancio las mismas frases cada año: 

"Tus nuevos implantes te dan mucha paz."

“Dicen que tu yate combina con tu nuevo color de ojos.”

“En tus fiestas interminables todo se olvida.” 

¡Basta! Me duele el pico y una pluma me pica la pata.


Me dirigí hacia la puerta giratoria que llevaba al baño. Después de pelear con las mallas y perder algunas plumas, finalmente logré sentarme. Al hacerlo, voltee una mano sobre la caja del water y tomé un frasco para leer mientras evacuaba. Qué mal hábito.


“Extra-control” fue lo último que vi antes de que el bote me escupiera un líquido pegajoso. El aire se espesó. El agua del tanque respiraba a mi ritmo y las paredes sudaban frío. Todo el baño olía a plástico y a miedo. La comezón empezó en el pecho y mis poros comenzaron a latir. Luego mis manos se apagaron y yo fui cayendo hacia mí. 


Cuando desperté quise lavarme la cara pero no tuve manos que me respondieran. Frente a mí, el espejo se nublaba por dentro, decidido a no dejarme ver. De pronto, su silueta emergió tenue. Detrás del vapor la vi a ella, con mis ojos, con los ojos que desde ahora compartíamos. Su cuerpo se había fusionado con el mío. 


Empujamos la puerta del baño. 

Ya no había risas ni disfraces. 

Solo cosas. Cosas quietas brillando bajo las luces. 

Desde entonces camino encorvado, mis plumas son suaves, hermosas y pueden respirar. 

Ya no somos dos, ni uno. 

Somos algo que no tiene nombre y que no puede volar.

Copyright © 2025 estelar - Todos los derechos reservados.

Con tecnología de

  • Cuentos

Anuncio

¡Bienvenido! Consulta mi nuevo anuncio

Obtener más información

Este sitio web utiliza cookies

Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.

Aceptar